Divino Planeta

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viernes, 24 de diciembre de 2010

Reflexiones sobre la Verdad




La verdad reside en cada corazón huma­no, y uno debe procurarla allí, dejándose guiar por la verdad tal como la percibe. Nadie tiene el derecho de aplicar coerción a otros para que actúen según su propia vi­sión de la verdad.
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Tuve la suerte, o la falta de suerte, de to­mar al mundo por sorpresa. Los experi­mentos nuevos, o los experimentos anti­guos en formas nuevas, generan -a ve­ces- incomprensión.


OBEDIENCIA AL LLAMADO DE LA VERDAD

La verdad, que es permanente, elude al historiador de eventos: la verdad trascien­de la historia.
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No me interesa en absoluto parecer co­herente. En mi camino en busca de la ver­dad, abandoné muchas ideas y aprendí muchas cosas nuevas. Soy viejo de cuer­po, pero no tengo la conciencia de haber parado de crecer interiormente, o que mi crecimiento cesará con la disolución de mi carne. Lo que me interesa es mi actitud de disposición a obedecer el llamado de la verdad, mi Dios, momento tras momento.
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Una convicción nueva viene apoderán­dose de mí. Todo lo que me resulta posible, le es posible inclusive a un niño: y tengo buenas razones para decirlo. Los instrumentos para procurar la verdad son a la vez sencillos y complicados. A una per­sona arrogante pueden resultarle inabor­dables. En cambio, no le plantean dificul­tad alguna a un niño inocente.
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Utiliza la verdad como si fuera tu yun­que, a la no violencia como tu martillo, y todo lo que no resista la prueba cuando sea llevado al yunque de la verdad y sea percutido con la no violencia, recházalo.
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Un acto que no es voluntario no puede considerarse como moral. Mientras uno ac­túe como una máquina, resulta imposible hablar de moralidad. Para decir que una ac­ción es moral, resulta preciso haberla lleva­do a cabo conscientemente y sabiendo que se trata de un deber. Toda acción que haya sido dictada por el miedo o por la violencia, deja de ser moral automáticamente.

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