Divino Planeta

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sábado, 11 de octubre de 2014

Cerebro femenino y cerebro masculino

 
 
 
por Koncha Pinós-Pey

Todo cerebro empieza siendo un cerebro femenino hasta que ocho semanas después de la concepción se vuelve masculino. El aumento de la testosterona disminuye el centro de la comunicación, reduce el córtex de la audición y hace dos veces mayor la parte del cerebro que procesa el sexo. 

Louann Brizendine es una neuropsiquiatra autora de dos magníficos libros: El cerebro femenino y El cerebro masculino. Como estudiante de medicina le sorprendió que las investigaciones científicas más importantes hubieran excluido a las mujeres porque sus ciclos menstruales arruinaban las estadísticas. Eso quiere decir que grandes áreas de la ciencia se habían visto sesgadas en su visión más profunda, la de las mujeres, áreas como la biología o el comportamiento humano; solo hace pocos años eso ha empezado a cambiar.

La visión más valiente de Brizendine es ese descubrimiento precoz sobre la “desigualdad básica en el cerebro”, intentar comprender cómo las hormonas afectan al cerebro masculino y al femenino, qué forma tienen de fundamentar los estados de ánimo. Lo expuso en su primera tesis, El cerebro femenino, donde disecciona las estructuras del cerebro y la biología hormonal creando un fascinante viaje que abarca las diferentes etapas de la vida.

Las estructuras cerebrales diferentes generan una biología hormonal en el hombre que produce también una realidad diferente en las etapas de la vida. Las personas piensan que el “cerebro masculino” se considera simple, por oposición al femenino. Craso error.

Todo el trabajo clínico y la investigación en muchos campos, desde la neurociencia a la biología evolutiva, muestran un panorama totalmente diferente. La simplificación de que un cerebro es “sencillo” o “complejo” está bien para bromear, pero para nada más.

Cerebros masculinos y femeninos son diferentes desde el momento de la concepción. Parece claro que todas las células del cerebro y el cuerpo son diferentes en profundidad. Una célula masculina tiene un cromosoma Y; la hembra, no. Esa diferencia pequeña pero significativa comienza a establecer un escenario de genes que se amplifica más tarde por las hormonas. Ocho semanas después de la concepción los pequeños testículos comienzan a producir suficiente testosterona como para “marinar” el cerebro y alterar la estructura fundamental.

Hormonas y comportamiento

En el cerebro femenino, las hormonas progesterona y oxitocina predisponen a los circuitos del cerebro hacia los comportamientos típicamente femeninos. En el masculino, la vasopresina y la testosterona serán las que manden. Las influencias en el comportamiento debido a las hormonas masculinas y femeninas son muy importantes. Hemos aprendido que los hombres utilizan diferentes circuitos cerebrales para procesar la información espacial y para resolver problemas emocionales. Sus circuitos del cerebro y el sistema nervioso están conectados a sus músculos de modo diferente, sobre todo en la cara.

Los cerebros masculinos y femeninos oyen, ven, intuyen y evalúan de manera diferente. Aunque los circuitos del cerebro son muy similares, los hombres y las mujeres pueden llegar a lograr los mismos objetivos y tareas utilizando diferentes circuitos.

Los hombres tienen dos veces y media más espacio cerebral dedicado al impulso sexual en su hipotálamo. Los pensamientos sexuales están en el fondo del neocórtex visual de un hombre durando todo el día y toda la noche, estando siempre preparado para aprovechar cualquier oportunidad sexual. Las mujeres se dan cuenta de esto, y afirman “que el pene tiene una mente propia”. Aunque el apareamiento es importante para hombres y mujeres, se vive de forma diferente. Una vez que los circuitos del amor y el deseo están en sincronía en un hombre, no hay quien los pare. Mientras que la mujer aun tiene que empezar.

Nuestra comprensión de las diferencias esenciales de género es fundamental, porque la biología no cuenta toda la historia. Aunque la distinción entre niños y niñas comienza biológicamente en el cerebro, las investigaciones nos dicen que esto es solo el principio. La arquitectura del cerebro no está escrita en piedra en el nacimiento o en la infancia, sino que va cambiando a lo largo de la vida. En lugar de ser inmutables, nuestros cerebros son neuroplásticos y cambiantes.

El cerebro humano es también una máquina de aprendizaje con más talento de lo que sabemos. Así que nuestra cultura y cómo se nos enseña juegan un gran papel en la formación del mismo. Si a un niño se le educa para “ser un macho”, en el momento en que se convierta en adulto la arquitectura y los circuitos de su cerebro ya están predispuestos a ser más “macho aún”. Y una vez que llegue a la edad adulta y se pregunte ¿qué quieren las mujeres?, si nadie le da una respuesta, deducirá que debe de ser fuerte, valiente y aguantarse, haciendo lo que se espera de él. Crece con presión, con miedo y dolor, para ocultar emociones como la compasión. Tanto es así que si se le ofrece amor, cariño o caricias, sus circuitos cerebrales “reflejarán” que el otro es débil o vulnerable, una presa fácil.

Nosotros los humanos somos seres sociales, y nuestros cerebros aprenden todo lo que se hace socialmente en términos de aceptable o no aceptable. En la edad adulta, la mayoría de los hombres y mujeres ya han aprendido a comportarse de una forma determinada. Pero ¿cuánto de este comportamiento es innato y cuánto se puede aprender? ¿Tienen los problemas de comunicación entre hombres y mujeres una base biológica?

Si sabemos que una tendencia biológica de nuestro cerebro está guiando nuestros impulsos, podemos elegir actuar o no actuar en esa vía. Este conocimiento que aquí planteo es solo eso: algo que te puede ayudar a entenderte y entender a los otros. El resto es cuestión de poner atención.


 

sábado, 27 de septiembre de 2014

El rechazo frente a la injusticia



El rechazo frente a la injusticia entre primates nos empuja a cooperar




Una amplia revisión de estudios sobre la moral de primates y otros animales prueba que las especies cuyos individuos cooperan entre sí son muy sensibles ante las desigualdades. Los monos capuchinos, por ejemplo, se rebelan cuando reciben un premio menos sabroso que el del compañero. Solo los humanos y algunos primates, como los chimpancés, somos capaces de quejarnos si el reparto es injusto para el prójimo; y lo hacemos para evitar futuros conflictos.




 



Usted está contento con su salario hasta que se entera de que su compañero de al lado, con el mismo puesto, gana más. La razón evolutiva de este fuerte sentido de la equidad, que los humanos comparten con otros animales, intriga a los científicos. “Nos interesa saber por qué los humanos no somos felices con lo que tenemos, aunque sea bueno, si alguien tiene más que nosotros”, dice la psicobióloga Sarah Brosnan, de la Universidad Estatal de Georgia (EE UU).


“En este sentido de la justicia se fundamentan desde la discriminación salarial hasta la política internacional”, añade Brosnan; sin embargo, no se sabe cuál es su origen en la historia de la evolución. En busca de sus raíces, durante las dos últimas décadas se ha generado una gran cantidad de literatura sobre la moral de los animales, en especial de los primates.


Brosnan y el primatólogo Frans de Waal, de la Universidad Emory (Atlanta, EE UU) han publicado en la revistaScience una revisión de más de noventa artículos sobre las respuestas a la desigualdad de primates y otras especies. Los científicos han llegado a la conclusión de que “el sentido de la justicia no ha evolucionado porque sí, sino para asegurar los beneficios que se obtienen de la cooperación a largo plazo”.

“El sentido de la justicia no ha evolucionado porque sí, sino para asegurar beneficios de la cooperación a largo plazo”, dicen los investigadores

Para De Waal, la moral se basa en dos pilares fundamentales: la reciprocidad y la empatía. Solo en relaciones de cooperación de las que se espera un beneficio recíproco surge, en algunas especies, el concepto de justicia.

Entre primates es habitual establecer vínculos de cooperación con otros, incluso si no son parientes. Precisamente, con individuos ajenos a la familia el rechazo a la injusticia se hace más fuerte. Frans de Waal explica a Sinc por qué: “Hay menos competición en estas relaciones. Cuando los individuos viven juntos durante mucho tiempo, pierden la cuenta de las veces que colaboran. Pero si yo le hago un favor a un conocido, lo recordaré por ser algo que no sucede con demasiada frecuencia”.

El problema para la cohesión de la comunidad comienza cuando el conocido no colabora como se espera o si obtiene más beneficios que los demás. Según explican los investigadores, “los individuos que perciben resultados desiguales podrían obstaculizar la cooperación y encontrar un nuevo compañero”.

¿Por qué a mí me dan pepino y a mi compañero uvas?

Los experimentos llevados a cabo con primates, perros, elefantes y cuervos sostienen que los animales que trabajan de forma cooperativa reconocen la injusticia en los resultados que son fruto de un esfuerzo similar.

En un conocido experimento realizado por De Waal y Brosnan, dos monos capuchinos (Cebus capucinus) recibían un trozo de pepino por una acción realizada correctamente.

En un primer momento, ambos aceptaban el premio, hasta que uno de ellos observaba que, por el mismo esfuerzo, su compañero obtenía una gratificación superior: uvas. El mono, entonces, rechazaba el pepino pese a que esto agrandaba la diferencia entre ambas recompensas. Aunque las uvas siempre habían estado a la vista, junto a los trozos de pepino, no habían sido un problema hasta que su compañero se beneficiaba de ellas.

Solo los humanos y algunos primates, como los chimpancés, llegan a rechazar el trato de favor

La extrapolación de este experimento a los seres humanos es el juego del ultimátum. En él participan dos individuos. Uno se encarga de repartir una cantidad de dinero fija de forma que, si el otro está de acuerdo con la distribución, ambos reciben la cantidad aceptada, pero de no hacerlo, no hay recompensa para ninguno. A grandes desigualdades –cuya percepción depende de la cultura–, el sujeto que recibe una oferta menor a la esperada castiga al compañero negándole la recompensa.

Brosnan y de Waal distinguen dos tipos de aversión a la desigualdad: la que supone una ventaja para el individuo y la que juega en su contra. Lo más común entre todas las especies es protestar cuando la injusticia nos perjudica. Solo los humanos y algunos primates, como los chimpancés, se sienten incómodos ante una desigualdad que les beneficia e incluso llegan a rechazar el trato de favor.

“Renunciar a una ventaja para conseguir un beneficio a largo plazo requiere no solo capacidad de pensar en el futuro, sino también cierto autocontrol”, explica Brosnan. Este segundo paso, que exige habilidades cognitivas superiores, lleva a un verdadero sentido de la justicia, añade la autora.

La actitud también cuenta

Según varios de los estudios analizados por los dos investigadores, para algunos animales la actitud a la hora de colaborar es tan importante como los resultados. Por ejemplo, los monos capuchinos son reticentes a colaborar con un individuo que monopoliza la recompensa. Esto indica que “lo que impide la colaboración no es la desigualdad per se, sino que se combina con la actitud del compañero”.

Para De Waal, esto también nos sucede a los humanos. Preferimos no colaborar con personas que nos han demostrado actitudes nocivas, incluso renunciando a una recompensa segura.

Para los monos capuchinos la actitud a la hora de colaborar es tan importante como los resultados

El estatus de los individuos es otro factor determinante en la respuesta a la desigualdad. En grupos de primates con jerarquías muy establecidas, los individuos acatan situaciones que no les benefician a favor de los miembros más influyentes del grupo, porque es lo que se considera justo, pero no las aceptan con miembros de su misma posición social.

Los estudios revelan una mayor tendencia de los chimpancés a actuar de manera solitaria frente a otras especies como los monos capuchinos o los bonobos.

Para De Waal, esta actitud independiente puede proporcionar ventajas siempre que sea viable, pero no siempre lo es: “Si un chimpancé puede obtener ventajas por sí mismo, preferirá actuar solo. Los humanos probablemente también. Pero hay algunas ventajas que no puede obtener solo y necesita compañeros. Ahí es donde surge la cooperación y empieza a cobrar sentido comparar los propios esfuerzos con sus recompensas”.

Fuente: SINC



viernes, 26 de septiembre de 2014

Almacén en Inglaterra toma un gato como guardia de seguridad










Un almacén de juguetes en la ciudad Southampton en el Reino Unido, ha tomado como guardia de seguridad a un felino. Millie, es el nombre de un gato de Bengala que ha sido contratado para ayudar a proteger algunos a los juguetes mas vendidos en una tienda infantil en Inglaterra. .

Las excelente habilidades para escalar, correr y ronronear, jugaron un papel gigante para que el pequeño animal fuera escogido por encima de varias personas..

“Estamos seguros que esté año será excelente en ventas, el nombramiento de Millie nos traerá dos grandes beneficios, en primera medida, nos aseguramos un crecimiento en ventas y en segunda medida, protegemos nuestra inversión, el gato está muy bien capacitado para realizar su trabajo ”, dijo un portavoz.

El contrato de trabajo del gato fue firmado con una pata del animal, el cual usará su dinero para pagar alimentos, así como juguetes para distraerse.

La propietario de Millie agregó: “Millie siempre ha tenido una personalidad muy atenta y no una gran capacidad para pasar muchas horas totalmente solo”, ”No estoy sorprendido de que ella tuvo una carrera como guardia de seguridad -. Los juguetes son afortunados de tener un guardián atento” 


fuente: http://noticiasinsolitas.org