Divino Planeta

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jueves, 25 de noviembre de 2010

Disciplina mental



Mientras él hablaba, encontré algo muy atractivo en su enfoque para alcanzar la felicidad. Era absolutamente práctico y racional: había que identificar y cultivar los estados mentales positivos, así como identificar y eliminar los estados mentales negativos. Aunque inicialmente me pareció un tanto seca esta sugerencia de analizar sistemáticamente la variedad de estados mentales que experimentamos después, me dejé arrastrar por la fuerza lógica de su razonamiento. Me gustó el hecho de que, en lugar de clasificar estados mentales, emociones o deseos con arreglo a juicios morales externos como «La avaricia. es un pecado», o «El odio es maligno», clasificara las emociones simplemente sobre la base de si conducen o no a la felicidad última.

La tarde siguiente, al reanudar nuestra conversación, le pregunté: -SI la felicidad depende simplemente del cultivo de estados mentales positivos, como por ejemplo la afabilidad, ¿por qué hay tanta gente desdichada?

-Alcanzar la verdadera felicidad exige producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo -contestó-.

Para ello es preciso aplicar muchos factores diferentes desde distintas direcciones. No se debería tener-, por ejemplo, la idea de que sólo existe una clave, un secreto que, si se llega a desvelar, hará que todo marche bien. Es como cuidar adecuadamente del propio cuerpo; se necesitan diversas vitaminas y nutrientes, no sólo uno o dos. Del mismo modo, para alcanzar la felicidad hay que utilizar una variedad de enfoques y métodos, superar los variados y complejos estados negativos. Si tratas de superar ciertas formas negativas de pensar, no podrás conseguirlo practicando una técnica una o dos veces. El cambio requiere tiempo. Hasta el cambio físico lo exige. Si te trasladas de un clima a otro, por ejemplo, el cuerpo necesita tiempo para adaptarse.

Hay muchos rasgos mentales negativos, de modo que afrontarlos y contraatacar no es fácil. Requiere la reiterada aplicación de diversas técnicas y tomarse el tiempo necesario para familiarizarse con ellas. Se trata de un proceso de aprendizaje.

»A medida que pasa el tiempo, se van acumulando los cambios positivos. Cada día, al levantarte, puedes desarrollar una sincera motivación positiva al pensar: "Utilizaré este día de una forma más positiva. No desperdiciaré este día". Luego, por la noche, antes de acostarte, analiza lo que has hecho y pregúntate: "¿Utilicé este día como lo tenía previsto?". Si todo se desarrolló tal como lo habías pensado, deberías alegrarte por ello. Si alguna cosa salió mal, lamenta lo que hiciste y examínalo críticamente. Gracias a métodos como éste, puedes ir fortaleciendo los aspectos positivos de la mente.

»En mi caso, por ejemplo, como monje creo en el budismo y, a través de mi experiencia, sé que su práctica es muy útil para mí. No obstante, pueden surgir ciertos sentimientos, como cólera o apego, debido a la costumbre o a muchas vidas anteriores. Hago entonces lo siguiente: primero aprender el valor positivo de las prácticas, luego incrementar mi determinación y finalmente tratar de ponerlas en práctica. Al principio, la utilización de las prácticas positivas es muy débil, porque las influencias negativas siguen siendo muy poderosas. Finalmente, sin embargo, a medida que intensificas las prácticas positivas, disminuyen los comportamientos negativos. Así que, en realidad, la práctica del Dharma (*) es una batalla constante dentro de nosotros, en lo que se trata de sustituir el condicionamiento o la costumbre negativa por un condicionamiento positivo.

Tras una pausa, continuó:

-No hay actividad que no se torne más fácil gracias al entrenamiento constante. Podemos cambiar, transformarnos a través del entrenamiento. En la práctica budista existen varios métodos para mantener una mente serena cuando sucede algo perturbador. La práctica repetida de ellos nos permite llegar a un punto en el que los efectos negativos de una perturbación no pasen más allá del nivel superficial de nuestra mente, como las olas que agitan la superficie del océano pero que no tienen gran efecto en sus profundidades. y aunque mi experiencia sea escasa, he descubierto que eso es cierto. Por tanto, si recibo una noticia trágica, es posible que experimente alguna perturbación en la mente, pero ésta desaparece muy rápidamente. O quizá me sienta irritado y manifieste enfado, pero siempre se disipa con rapidez. Eso es lo que se logra mediante la práctica gradual. No olvidemos que no es algo que se consiga de la noche a la mañana.

Desde luego que no. El Dalai Lama lleva ejercitando su mente desde que tenía cuatro años.

La estructura y la función del cerebro permiten el entrenamiento sistemático de la mente, el cultivo de la felicidad, la genuina transformación interna mediante la atención hacia los estados mentales positivos y el rechazo de los negativos. Hemos nacido con un cerebro que está genéricamente dotado de ciertas pautas de comportamiento instintivo; estamos predispuestos mental, emocional y físicamente a responder adecuadamente para sobrevivir. Este conjunto básico de instrucciones está codificado en innumerables pautas innatas de activación de las células nerviosas, en combinaciones específicas de células cerebrales que actúan en respuesta a cualquier acontecimiento, experiencia o pensamiento dado. Pero el cableado de nuestro cerebro no es estático, ni está fijado de modo irrevocable. Nuestros cerebros también son adaptables. Los neurólogos han documentado el hecho de que el cerebro es capaz de diseñar nuevas pautas, nuevas combinaciones de células nerviosas y neurotransmisores (sustancias químicas que transmiten mensajes entre las células nerviosas) en respuesta a nuevas informaciones. De hecho, nuestros cerebros son maleables, cambian continuamente, recomponen sus conexiones nerviosas al compás de nuevos pensamientos y experiencias. Como resultado del aprendizaje, la función de las neuronas cambia, permitiendo que las señales eléctricas viajen más fácilmente a través de ellas. A la capacidad inherente del cerebro para cambiar, los científicos la llaman «plasticidad». Esta capacidad para modificar el «cableado» del cerebro, para producir nuevas conexiones neuronales, ha quedado demostrada en experimentos como el realizado por los doctores Avi Karni y Leslie Underleider del Instituto Nacional de Salud Mental. Los investigadores pidieron a los sujetos que realizaran una sencilla tarea motora, un ejercicio de tecleo, e identificaron las partes del cerebro implicadas en la tarea tomando un escáner cerebral MRI. A continuación, los sujetos, practicaron diariamente el ejercicio durante cuatro semanas, de modo que gradualmente fueron más eficientes y rápidos en su ejecución. Al final del período de cuatro semanas, el escáner cerebral mostró que la zona que intervenía en la tarea se había expandido, lo que indicaba que la práctica regular de la tarea había exigido la utilización de nuevas células nerviosas y cambiado las conexiones neurona les originarias.

Esta notable hazaña del cerebro parece constituir la base fisiológica de la posibilidad de transformar nuestras mentes. Al movilizar nuestros pensamientos y practicar nuevas formas de pensar, podemos reconfigurar nuestras células nerviosas y cambiar la forma en que funciona nuestro cerebro. También constituye la base para la idea de que la transformación interna se inicia con el aprendizaje (nueva información) e implica la disciplina de sustituir gradualmente nuestro «condicionamiento negativo» (que se corresponde con nuestra característica actual de pautas de activación celular nerviosa) por un «condicionamiento positivo» (formar nuevos circuitos neuronales). Así pues, la idea de entrenar a la mente para alcanzar la felicidad se convierte en una posibilidad real.

* El término Dharma tiene muchas connotaciones; no existe un equivalente exacto en el léxico español. Se utiliza con frecuencia para referirse a las enseñanzas y doctrina de Buda, incluido e! cuerpo tradicional de escrituras, así como el estilo de vida y la conciencia que se derivan de la aplicación de las enseñanzas. A veces, los budistas utilizan la palabra en un sentido general, para referirse a prácticas espirituales o religiosas, a la ley espiritual universal o a la verdadera naturaleza de los, fenómenos, y el término Buddhadharma, más específico, para los principios y practicas del camino budista. La palabra sánscrita Dharma deriva de una raíz que significa "sostener» y, en este sentido, tiene un significado más amplio, al referirse a cualquier comportamiento o comprensión que sirva para «sostener» al individuo y protegerlo del sufrimiento y sus causas.

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