Divino Planeta

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martes, 23 de agosto de 2011

¿LA FE MUEVE MONTAÑAS? ¿POR QUE, Y COMO?



Todo el mundo conoce el dicho y lo repite a menudo. Lo repite como loro, pues no sabe en realidad lo que significa, ni por qué ni cómo es eso, que la fe mueve montañas.

Pocos saben que el temor también mueve montañas. El temor y la fe son una misma fuer­za. El temor es negativo y la fe es positiva. El temor es fe en el mal. O sea, la convicción de que va a ocurrir lo malo. La fe es la convicción de que lo que va a ocurrir es bueno, o que va a termi­nar bien. El temor y la fe son las dos caras de una misma medalla.

Fíjate bien. Tu jamás temes que te vaya a suceder algo bueno. Ni tampoco dices jamás "tienes fe en que te va a ocurrir lo malo". La fe siempre se asocia a algo que deseamos; y no creo que tú deseas el mal para tí.! A éste le te­mes; ¿no es así?

Todo lo que tu temes lo atraes y te ocurre. Ahora que, cuando te ocurre generalmente dices con aire triunfante: "¡Ajá, yo lo sabía! Lo pre­sentí", y sales corriendo a contarlo y repetirlo como para lucir tus dotes de clarovidente. Y lo que en realidad ha sucedido es que lo pensaste con temor ¿Lo presentiste? Claro. Lo pre­sentiste. Tú mismo lo estás diciendo. Ya tú sabes que todo lo que se piensa sintiendo al mismo tiempo una emoción, es lo que se manifiesta o se atrae. Tú lo anticipaste y lo esperaste. Anti­cipar y esperar es fe.

Ahora fíjate que todo lo que tú esperas con fe te viene, te sucede. Entonces, si sabes que esto es así, ¿qué te impide usar la fe para todo lo que tú desees: amor, dinero, salud, etcétera? Es una ley natural. Es una ordenanza divina. El Cristo lo enseñó con las siguientes palabras, que tú conoces: "todo lo que pidiéreis en oración creyendo, lo recibiréis". No lo he inventado yo.

Está en el capítulo No. 21, versículo 22 de San Mateo. Y San Marcos, lo expresa más claro aún: "todo lo que pidiereis orando, creed que lo reci­biréis y os vendrá". San Pablo lo dice en palabra que no tienen otra interpretación: "la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que se ve". Más arriba te dije que la fe es la convicción del bien.

Ahora te diré que la convicción viene por el conocimiento. Supongamos que tú vives en la pro­vincia y que jamás has ido a la capital. Quieres ir a la capital, y tomas el tren, el auto o el avión.


Sabes dónde queda la capital y cómo dirigirte a ella. Un día te diriges hacia la capital y utilizas la forma de conducción que mejor te convenga, pero por el camino no vas temiendo desviarte hacia la luna ¿No? Si fueras un indio salvaje podrías estar temblando de pavor por desconocer totalmente lo que te está pasando. Pero siendo una persona civilizada, vas tranquilo, sabiendo que a tal o cual hora llegarás a la capital ¿Qué es lo que te da fe? El conocimiento.

La ignorancia de los Principios de la Crea­ción es lo que hace que el mundo tema el mal, no sepa emplear la fe, ni siquiera lo que ella es.

La fe es convicción, seguridad; pero éstas tienen que estar basadas en el conocimiento de algo.


Conoces que existe la capital y vas hacia ella. Por eso sabes que no irás a parar a la luna.

Ahora sabes que cuando deseas algo, si te­mes no obtenerlo, no lo obtendrás. Si lo niegas antes de recibirlo, como en el ejemplo dado ya de la oración que dirige a Dios la generalidad de los humanos: "Dios mío concédeme tal cosa, aunque sé que no me lo darás porque vas a pensar que no me conviene"; no lo obtendrás porque de antemano lo negaste. Has confesado que no lo esperas.

Déjame darte la fórmula metafísica para ob­tener cualquier cosa que uno desee. Es una fórmula. Hay que emplearla para todo. Com-pruébala por ti mismo. No me lo creas ciega-mente.
"Yo deseo tal cosa. En armonía para todo el mundo y de acuerdo con la voluntad divina. Bajo la Gracia y de manera perfecta. Gracias Padre que ya me oíste".

Ahora no dudes por un solo instante. Has empleado la fórmula mágica. Has cumplido con toda la ley y no tardarás en ver tu deseo manifes­tado. Ten paciencia. Mientras más tranquilo esperes, más pronto verás el resultado. La impa­ciencia, la tensión y el ponerse a empujar mental­mente destruyen el tratamiento (La fórmula es lo que en metafísica se llama "un tratamiento").

Para que conozcas lo que has hecho al re­petir la fórmula, te voy a explicar el proceso detalladamente. Al tú decir "en armonía para todo el mundo" has eliminado todo peligro de que tu conveniencia perjudique a otros, como tampoco se te hace posible desear un mal para otro. Al decir "de acuerdo con la voluntad divi­na"; si lo que tú deseas es menos que perfecto para ti, verás suceder algo mucho mejor de lo que tus esperabas. En este caso significa que lo que estabas deseando no lo ibas a encontrar suficiente, o no te iba a resultar tan bueno como tu pensabas. La voluntad de Dios es perfecta.

Al tú decir "bajo la Gracia y de manera perfecta", encierra un secreto maravilloso. Pero déjame darte un ejemplo de lo que ocurre cuan­do no se sabe pedir bajo la Gracia y perfección. Una señora necesitaba urgentemente una suma de dinero, y la pidió, asimismo, para el día 15 del mes. Tenía absoluta fe de que la recibiría, pero su egoísmo e indiferencia no le inspiró pedirla con alguna consideración para nadie más. Al día siguiente un automóvil estropeó a su hija, y el día 15 del mes recibió la suma exacta que ella había pedido. Se la pagó la Compañía de Seguros por el accidente de su hija. Ella trabajó la Ley con­tra ella misma.

Pedir "bajo la Gracia y de manera perfecta" es trabajar con la ley espiritual. La Ley de Dios que se manifiesta siempre en el plano espiritual. Allí (en el plano espiritual) todo es perfecto, sin obstáculos, sin inconvenientes, sin tropiezos ni daños para alguno, sin luchas ni esfuerzos, "suavecito, suavecito", todo con gran amor, y esa es nuestra Verdad. Esa es la Verdad que al ser conocida nos hace libres.

"Gracias Padre que ya me oíste" es la expre-sión más alta de fe que podamos abrigar. Jesús la enseñó y la aplicaba en todo, desde antes de partir el pan con que alimentó a cinco mil, hasta para decir cómo transformar el vino en su san­gre. Dando gracias al Padre antes de ver la manifestación.

Como irás viendo, todo lo que enseñó Jesús fue metafísico.

Todo lo que tú desees, todo lo que vayas ne­cesitando lo puedes manifestar. El Padre todo lo ha previsto ya, todo lo ha dado ya, pero hay que irlo pidiendo a medida que se sienta la necesidad.


Sólo tienes que recordar que no pue­des pedir mal para otro porque se te devuelve a ti, y todo lo que pidas para tí debes pedirlo también para toda la humanidad porque todos somos hijos del mismo Padre.

Por ejemplo, pide grande. El Padre es muy rico y no le gusta la mezquindad. No digas "Ay, Papá Dios dame una casita. Sólo le pido una casita, aunque no sea sino chiquitica", cuando la realidad es que tú necesitas una casa muy grande porque tu familia es numerosa. No reci­birás sino lo que pides. Pide así: "Padre, dame a mí y a toda la humanidad, todas las maravillas de tu Reino" y ahora haz tu lista.

Para irte fortificando la fe, haz una lista de cosas que deseas o que necesitas. Enumera los objetos o las cosas. Al lado de esta lista haz otra enumerando cosas que deseas ver desapare­cer, o bien en ti mismo o en lo exterior. En el mismo papel escribe la fórmula que ya te di más arriba. Ahora, lee tu papel todas las noches. No te dejes sentir la menor duda. Da las gracias de nuevo cuantas veces pienses en lo que has escrito. A medida que veas que se te van reali­zando las cosas enumeradas, ve tachándolas. Y al final, cuando las veas realizadas todas, no vayas a ser tan mal agradecido de pensar: "Tal vez se me iban a dar de todas maneras", porque es mentira. Se te dieron porque las pediste co­rrectamente. Lo exterior se acomodó para dejár­telas pasar.

Como ya estás muy habituado a sentir temor por una variedad de razones, cada vez que te encuentres atacado por un temor repite la fórmula siguiente, que te irá borrando el reflejo que tienes grabado en el subconsciente: "Yo no tengo miedo. No quiero el temor. Dios es amor y en toda la Creación no hay nada a qué temer; Yo tengo fe. Quiero sentir fe".

Un gran Maestro decía "lo único que se debe temer es al temor". La fórmula la debes repetir aun cuando estés temblando de terror. En ese momento, con mayor razón. Solamente el deseo de no temer y el deseo de tener fe bastan para cancelar todos los efectos del temor, y para situarnos en el polo positivo de la fe.

Supongo que ya tú conoces el principio psico­lógico que dice, que cuando se borra una cos­tumbre hay que sustituirla por otra. Cada vez que se niega o se rechaza una idea cristalizada en el subconsciente, se borra ésta un poquito. El pequeño vacio que así se hace, hay que llenarlo inmediatamente con una idea contraria. Si no, el vacío atraerá ideas de la misma clase y que siempre están suspendidas en la atmósfera, pen­sadas por otros. Poco a poco irás viendo que tus temores desaparecen, si es que tienes la vo­luntad de ser constante, repitiendo la fórmula en todas las circunstancias que se vayan pre­sentando.

Poco a poco irás viendo que únicamente te sucederán las cosas como tú las deseas. "Por sus frutos los conoceréis", dijo Jesús.
Este gran instrumento —"el poder del decre­to" se presenta a nuestra atención en aquella extraordinaria historia de la creación que encon­tramos en los dos primeros capítulos del Génesis en la Biblia. Yo sugiero que tomes tiempo ahora para leer este maravilloso relato. Mientras lees te darás cuenta de que el hombre (esto quiere decir tú y yo) no fue creado para ser la pieza del juego de las circunstancias, la víctima de las condiciones o un títere movido de un lado para otro por po­deres fuera de su dominio. En lugar de esto en­contramos que el hombre ocupa el pináculo de la Creación; que, lejos de ser lo más insignificante del Universo es, por la misma naturaleza de los poderes que le ha dado su Creador, la suprema autoridad designada por Dios para regir la Tierra y toda cosa creada. El hombre está dotado de los poderes mismos del Creador porque es "hecho a Su imagen y según Su semejanza". El hombre es el instrumento por medio del cual la sabiduría, el amor, la vida y el poder del Creador Espíritu, se expresa en plenitud.

Dios situó al hombre en un Universo respondedor y obediente (incluyendo su cuerpo, sus asuntos, su ambiente) que no tiene otra alternati­va que llevar a efectos los edictos o decretos de su suprema autoridad.

El poder de decretar es absoluto en el hom­bre; el dominio que Dios le dio, irrevocable; y aunque la naturaleza básica del Universo es buena en la evaluación del Creador, puede aparecer ante el hombre solamente como él decreto que aparez­ca. Vemos que mientras el hombre fue obediente a su Creador, mantuvo su poder de pensar y hacer decretos a tono con el espíritu del Bien que es la estructura de la Creación, vivió en un universo de bien, un "Jardín del Edén". Pero cuando el hombre "cayó" al comer del árbol del conoci­miento del bien y del mal, y eligió basar su pensa­miento y usar sus poderes en el bien y el mal —lo que como agente libre podía hacer— inme­diatamente encontró sudor y cardos mezclados con su pan de cada día. Desde la "caída" el hom­bre se ha atareado declarando su mundo bueno o malo y sus experiencias han sido de acuerdo con sus decretos. Esto demuestra evidentemente cómo responde el Universo y cuán completos y de largo alcance son el dominio y la autoridad del hombre.


EL LIBRITO AZUL

El Decreto






Cada palabra que se pronuncia es un decreto que se manifiesta en lo exterior. La palabra es el pensamiento hablado.


Jesús dijo dos cosas que no han sido tomadas en serio. Una, "Por tus palabras serás condenado y por tus palabras serás justificado". Esto no significa que los demás nos juzgarán por lo que decimos, aunque esto también es verdad; como habrás visto ya, el Maestro enseñaba metafísica, solo que la raza no estaba aún lo suficiente ma­dura para entenderla. En varias ocasiones lo advirtió diciendo que tenía aún muchas otras cosas qué decir, pero que no podrían ser com­prendidas. En otras ocasiones dijo que aquel que tuviera oídos para oír, que escuchara. La segun­da referencia que hizo al poder de la palabra fue: "No es lo que entra por su boca lo que contamina al hombre, sino lo que de su boca sale; porque lo que de la boca sale, del corazón procede". Más claro no se puede expresar.


Te propongo que pongas atención a todo lo que tú decretas en un solo día. Vamos a recor­dártelo. "Los negocios están malísimos". "Las cosas andan muy malas". "La juventud está per­dida". "El tráfico está imposible". "El servicio está insoportable". "No se consigue servicio". "No dejes eso rodando porque te lo van a robar". "Los ladrones están asaltando en todas las esqui­nas". "Tengo miedo de salir". "Mira que te vas a caer". "Cuidado que te matas". "Te va a pisar un carro". "¡Vas a romper eso!". "Tengo muy mala suerte". "No puedo comer eso, me hace daño". "Mi mala memoria ...", "mi alergia...", "mi dolor de cabeza...", "mi reumatismo...", "mi mala digestión..." "¡Ese es un bandido!", "esa es una desgraciada". "Tenía que ser, cuando no". No te sorprendas ni te quejes si al expre­sarlo lo ves ocurrir. Lo has decretado. Has dado una orden que tiene que ser cumplida. Ahora recuerda y no olvides jamás, cada palabra que pronuncias es un decreto.



Positivo o negativo Si es positivo se te manifiesta en bien. Si es nega­tivo se te manifiesta en mal, si es contra el pró­jimo es lo mismo que si lo estuviera decretando contra ti. SE TE DEVUELVE. Si es bondadoso y comprensivo hacia el prójimo, recibirás bon­dad y comprensión de los demás hacia ti. Y cuando te suceda algo molesto, negativo, desagra­dable, no digas "¡Pero si yo no estaba pensando ni temiendo que me fuera a suceder esto!". Ten la sinceridad y la humildad de tratar de recordar en cuáles términos te expresaste de algún pró­jimo. En qué momento salió de tu corazón un concepto viejísimo, arraigado allí, que tal vez no es sino una costumbre social como la genera­lidad de esas citadas más arriba y que tú real­mente no tienes deseos de seguir usando.


Como el sentimiento que acompaña a un pensamiento es lo que lo graba más firmemente en el subconsciente, el Maestro Jesús, que jamás empleó palabra superfluas, lo expresó muy bien al decir, "lo que de la boca sale, del corazón procede", y esto nos da la clave inequívoca. El primer sentimiento que nos enseña es el temor. Nos lo enseñan nuestros padres, primeramente, y luego nuestros maestros de religión. Al sentir un temor se nos acelera el corazón. Solemos decir "por poco se me sale el corazón por la boca" para demostrar el grado de temor que sentimos en un momento dado. El temor es lo que está por detrás de todas las frases negativas que te he citado más arriba.


San Pablo dijo: "Somos transformados por la renovación de nuestras mentes". Cada vez que te encuentres diciendo una frase negativa, sabrás qué clase de concepto errado tienes arraigado en el subconsciente, sabrás a qué clase de sentimien­to obedece: temor o desamor, tájalo, bórralo negándolo por mentiroso y afirma la Verdad, si no quieres continuar manifestándolo en tú exterior. Al poco tiempo de esta práctica notarás que tu hablar es otro. Que tu modo de pensar es otro. Tú y tú vida se estarán transformando por la renovación de tu mente.
Cuando estés en reunión de otras personas, te darás perfecta cuenta de la clase de conceptos que poseen y los constatarás en todo lo que les ocurre. Siempre que escuches conversaciones ne­gativas no afirmes nada de lo que expresen. Piensa "no lo acepto ni para mi ni para ellas". No tienes que decírselo a ellas.



Es mejor no divulgar la verdad que estás aprendiendo, no porque haya que ocultarlo sino porque hay una máxima ocultista que dice: "Cuando el discípulo está preparado aparece el maestro". Por ley de atracción, todo el que está preparado para subir de grado es automáticamente acercado al que lo pueda adelantar, de manera que no trates de hacer labor de catequista. No obligues a nadie a recibir lecciones sobre la Verdad porque te puedes encontrar que aquellos que tú creías más dispuestos, son los que menos simpatizan con ella. A esto se refería Jesús cuando dijo: "No déis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas de­lante de los cerdos, no sea que los pisoteen, y se vuelvan y os despedacen".



Librito Azul -CONNY MENDEZ





jueves, 14 de julio de 2011

LA AFLUENCIA DE DINERO



Tres hombres ciegos estaban perdidos en el desierto. Habían estado vagando durante días con la esperanza de encontrar el camino de vuelta a la civilización. Las perspectivas parecías lúgubres.


Finalmente, encontraron un camello. El animal permaneció inmóvil mientras los tres hombres iban llegando y tocándolo.


El primero tocó una pata del camello. "Un arbolito," dijo. Según él, habían encontrado un árbol en pleno desierto.


El segundo tocó la cola del camello. Se echó atrás horrorizado. "¡Una serpiente!" exclamó. Éste les avisó a los otros que tuvieran cuidado con una gran serpiente cuya cabeza estaba suspendida en el aire, dispuesta a atacar.


El tercero alzó su mano y tocó la joroba del animal. "Es un montón de basura," comentó. Les aseguró a los demás que no había nada que temer por encontrar una montaña de arena en el desierto.


Los tres se retiraron del camello y se pusieron a discutir. "Te digo que es una serpiente. Pude sentir su cuerpo delgado."


"Estás equivocado. Es demasiado grueso y firme para ser una serpiente. Es un árbol."


"Ambos estáis errados. ¿Cómo podéis equivocaros de tal forma? Es un montón de basura."


Después de algunos minutos de acalorada discusión uno de los hombres gritó, "Esto es ridículo. ¿Cómo podemos tener opiniones tan distintas? No hay manera de ponernos de acuerdo."


Los tres reflexionaron sobre esta intervención durante un momento. Al momento, uno de ellos habló. "¿Sabéis una cosa? Esto no es cierto," dijo. "Hay algo en que los tres estamos de acuerdo."


"¿En qué?" preguntó el primero.


"Todos estamos de acuerdo en que hemos encontrado algo. Puede que no nos pongamos de acuerdo en qué es, pero por lo menos coincidimos en que es algo, ¿no?"


De pronto, los tres hombres se dieron cuenta de lo absurdo de su riña. Se dieron unos abrazos y se dijeron algunas palabras agradables. Luego, decididos a acabar con la disputa, se acercaron al misterioso objeto nuevamente. Esta vez, los tres examinaron al camello desde la cabeza hasta la cola. Llegaron a la conclusión de que habían encontrado un camello. Así, se subieron a él y salieron sanos y salvos del desierto y llegaron a la civilización.


NEGOCIAR CON ALGO...


Sea lo que sea el dinero, lo perciba como lo perciba, la clave principal de todo esto es: el dinero es algo. Antes de meternos con esta discusión, debemos ponernos de acuerdo en este punto. Puede que usted y yo no estemos de acuerdo en todo, pero seguramente que los dos pensemos que el dinero es algo.


La idea de que el dinero sea algo puede que no le parezca revolucionaria, pero poca gente se da cuenta de este hecho.


Yo he preguntado a mucha gente de forma espontánea, «¿Qué cree usted que es el dinero?»


La respuesta más usual es: «No lo sé.» Luego preguntaba, «¿Es algo?»


La réplica normal es algo así como, «Eeh, nunca me lo he preguntado.»


Si sigo con el interrogatorio, la mayoría de la gente acaba expresando la opinión de que el dinero deben ser los billetes. El grueso de la gente no se da cuenta de que detrás del dinero físico no hay nada.


«Nunca pensé que el dinero fuera nada,» me dijo una vez una mujer de unos ochenta años. «Imagino que, después de todo quizás será realmente algo.»


¡Puede usted apostar que sí! No se equivocará, el dinero es algo. La naturaleza del dinero puede ser esotérica o metafísica, pero es real. Puede que la esencia del dinero no esté en los billetes o en las monedas, pero esté donde esté, existe en algún sitio y a algún nivel.


Si usted lo desea puede considerar libremente el dinero como alguna extraña energía. Considérelo si quiere un poder indescifrable. Diga que el dinero es intangible. Diga que es difícil de encontrar. Diga usted que todo este tema es extraño. Está bien. Sea lo que sea lo que usted piense del dinero, estará de acuerdo conmigo en que es algo, que verdaderamente existe a un cierto nivel de la realidad. Para el propósito que nos ocupa, usted no necesita saber con exactitud lo que es el dinero; lo único que debe tener claro es que es "algo". Repito: el dinero es algo.


Por qué estoy insistiendo tanto en este hecho? Le diré el porqué y este es un punto importante. Si el dinero es algo, y existe como algo, estará sujeto a las mismas leyes físicas que todas las demás cosas que son "algo". ¡Ya está!, este es precisamente el caso.


OBEDECER LAS LEYES...


La física es una ciencia exacta. Las leyes de la física se aplican de forma infalible al amplio mundo de la materia, las actividades y situaciones que se encuentran en nuestro increíblemente diverso universo. Las leyes que gobiernan nuestro mundo físico son irrefutables.


En 1687, Sir Isaac Newton publicó lo que se conoce como Las Tres Leyes del Movimiento de Newton. Estas leyes describen el efecto que las fuerzas tienen sobre los objetos. En el dominio de lo común, de las interacciones físicas, estas leyes han demostrado ser una fórmula fiable para el entendimiento y la predicción del movimiento. Brevemente, las tres leyes de Newton son:


(1) Un cuerpo se mantiene en reposo mientras no se actúe sobre él mediante una fuerza no opuesta.


Una fuerza no opuesta que actúa sobre un cuerpo, causa en este cuerpo una aceleración en la dirección de esa fuerza.


Cada cuerpo tiene una fuerza opuesta de igual magnitud que él mismo.


Si usted no es un genio de la física, no se preocupe; no tiene porqué serlo. Yo le voy a explicar en términos simples lo que estas tres leyes significan y su relación con la afluencia de dinero.


Pongamos por caso que tenemos un objeto sobre el que se está ejerciendo una fuerza en una dirección y, al mismo tiempo, otra fuerza en la dirección opuesta. (Esto describe la situación de cada uno de los objetos que hay en el universo). Ahora, si la magnitud de ambas fuerzas es igual, las fuerzas se equilibran, y el objeto no se mueve. Si, por el contrario, una fuerza es mayor que la otra, entonces el objeto se mueve en la dirección de esa fuerza mayor. Simple, ¿verdad?.


Ahora, vaya a volar una cometa. No literalmente, por supuesto, pero imagine por un momento que está volando una cometa. Como puede ver en el dibujo siguiente, dos fuerzas opuestas actúan sobre la cometa.


Fuerza del viento


Hay una fuerza que el viento ejerce sobre la cometa. Esta fuerza le está arrebatando la cometa. Al mismo tiempo, hay otra fuerza creada por usted mismo al tirar de la cuerda. Esta fuerza le está devolviendo la cometa. Como vemos, hay dos fuerzas opuestas, la del viento y la de su agarre.


Si las dos fuerzas son iguales, la cometa permanecerá a una distancia constante de usted. Esto es lo que ocurre cuando usted mantiene la cometa en el mismo sitio. La fuerza del viento está intentando quitarle la cometa, mientras que, al mismo tiempo, usted está tirando de la cuerda con la misma fuerza pero de forma opuesta, intentando traer la cometa hacia usted. Cuando las dos fuerzas son semejantes, se equilibran, y la cometa ni se acerca ni se aleja de usted.


Si usted relaja un poco, la cuerda se deslizará por entre sus dedos. La fuerza del viento sobre la cometa es entonces mayor que la ejercida por usted, y la cometa se aleja. Por otro lado, si usted agarra firmemente la cuerda y tira con fuerza, su fuerza de empuje es mayor que la del viento, y la cometa se acercará a usted.


Volar una cometa es un claro ejemplo de cómo fuerzas opuestas actúan en un objeto. Este mismo principio se aplica a todo en el mundo. Cualquier objeto, en cualquier momento, tiene unas fuerzas actuando sobre él. El bolígrafo que reposa en su escritorio en este momento tiene fuerzas opuestas actuando sobre él. Si el bolígrafo no se está moviendo no se debe a la no existencia de fuerzas; realmente se debe al hecho de que las fuerzas que están actuando sobre él son opuestas e iguales. Si un objeto se mueve, este movimiento se debe a una fuerza que no está siendo contestada por otra de igual magnitud y opuesta a la vez.


Y lo mismo ocurre con el dinero. Recuerde: el dinero es algo. Por lo tanto, si el dinero existe, que lo hace, también debe obedecer a estas leyes de la física. Y así es.


Esto no es ningún truco. Simplemente estamos formulando una explicación totalmente lógica de una realidad. Estas leyes físicas se deben aplicar al dinero del mismo modo que se aplican en este mundo a todo lo que es "algo". Como casi todo lo demás, el dinero no aparece sólo, aislado; el dinero también actúa bajo el influjo de fuerzas opuestas.


HABLAR DE DINERO...


Los siguientes dibujos ilustran cómo las fuerzas que actúan sobre el dinero afectan a su llegada. Las ilustraciones nos muestran tres importantes elementos: usted, el dinero y las fuerzas. A las fuerzas se les ha llamado Fuerza Atrayente (la fuerza que empuja el dinero hacia usted) y Fuerza Repelente (la fuerza que aleja el dinero de usted). La longitud de cada flecha representa el potencial relativo de cada fuerza. [Nota: Aunque utilicemos el dibujo de un hombre en estas ilustraciones, no pretendemos en absoluto menospreciar al sexo femenino; todo lo que aparece en este libro se aplica igualmente a hombres y a mujeres.]


Hay que decir que no estamos hablando de dinero como un montón de millones de pesetas. Nos estamos refiriendo a la esencia del dinero. Decir también que, aunque las fuerzas que actúan sobre el dinero no sean fuerzas físicas en sentido estricto, se les considera fuerzas. Una vez que uno se percata de que estas fuerzas existen y que además puede controlarlas, crear y mantener una corriente positiva de dinero hacia su vida se convierte en algo simple.


EL ORIGEN...


Son muchos los factores que contribuyen a traer el dinero hacia usted, y muchos los que contribuyen a repelerlo. En las páginas siguientes, usted aprenderá con exactitud cuáles son esos factores.


A lo largo de este libro, yo menciono la "corriente de dinero". Esta corriente es de esencial importancia. Si su fuerza de atracción es mayor que la de repulsión, el dinero llega a su vida. Si su fuerza de repulsión, por el contrario, es mayor, el dinero se va.


Su objetivo es incrementar la llegada de dinero a su vida. La única forma de que el dinero llegue a su vida es que su fuerza de atracción sea mayor que su fuerza de repulsión. Por tanto, lo que usted debe hacer, es maximizar su fuerza de atracción y, al mismo tiempo, minimizar su fuerza de repulsión. El método que describo en este libro le capacita para hacer estas dos cosas. Su nombre es "el método Two-Prong".


El método Two-Prong lo forman dos técnicas, una que aumentará su fuerza de atracción y otra que disminuirá su fuerza de repulsión. Actúa directamente sobre estas dos fuerzas. Sea cual sea su actual situación económica, si usa el método Two-Prong, generará una corriente positiva de dinero que entrará en su vida.


Si tiene dificultad a la hora de conseguir y ahorrar dinero, esa corriente de dinero se escapará de su vida. En este caso, su fuerza de repulsión es mayor que su fuerza de atracción. Usted tendrá que invertir la capacidad de estas fuerzas. Aumentando su fuerza de atracción y disminuyendo su fuerza de repulsión, creará una corriente positiva de dinero hacia usted.


Puede usar el método Two-Prong incluso si su situación económica es desahogada, si no tiene problemas monetarios demasiado serios en este momento. Se aplica la misma estrategia: maximice su fuerza de atracción y minimice su fuerza de repulsión. Esto le ofrecerá una entrada de dinero aún mayor de la actual.


Sea cual sea su edad, sexo, apariencia, minusvalías, inteligencia, etc, para romper todas las barreras y crear una llegada masiva de dinero a su vida, tiene que hacer dos cosas: maximizar su fuerza de atracción y minimizar su fuerza de repulsión. El plan es sencillo. Los resultados están asegurados.


Lo que debe hacer:



Maximice su fuerza de atracción Minimice su fuerza de repulsión


Tenga presente que, aunque estas fuerzas son conceptos abstractos, representan la realidad de todas las posibles situaciones económicas.


Claro está que esta no es la forma en que la gente normalmente ve el hecho de obtener dinero. Sin embargo, esta teoría es absolutamente fundamental. Al tratar con estas dos fuerzas, usted se está acercando al origen, la raíz de su situación económica. No hay mejor forma de empezar.